La fe es un espíritu. No buscamos la fe. Debemos buscar al Señor

Dios, quien es el autor de la fe. Debemos buscar al Señor Dios,

quien es el consumador de la fe.

Mientras Jesús estaba en la barca en el mar de Galilea, el temor

invadió los corazones de los apóstoles cuando llegó la tormenta. Y

el Señor Jesucristo les hizo una pregunta: ¿Dónde está su fe? En

otras palabras, ¿la dejaron en la orilla o en la barca? ¿Se cayó al

mar y se ahogó? Lo que está diciendo es: \"Estoy en la barca y todo

está bien\". Él es nuestra fe. ¡Díganlo, por favor! \"Él es nuestra fe\".

El Espíritu Santo es el espíritu de la fe. Así que, cuando ese Espíritu

Santo está en su corazón, la fe será una realidad. Cuando el Espíritu

Santo está ausente, la fe no puede ser una realidad. El Espíritu

Santo es el espíritu de la fe. La fe es una persona. La fe es una

persona. Su nombre es Jesucristo. Él es el autor y consumador de

nuestra fe. Él es nuestra fe. La fe es creer en el carácter, la

veracidad y la integridad de Dios Todopoderoso. Creo en su

carácter, su veracidad y su integridad.

Cuando llego a ese punto, lo que sé es que conozco su veracidad.

Él no puede mentir. Sé que conozco su integridad. Quiero estar en

un lugar donde todo lo que necesito en la vida cristiana sea mío.

¿Cómo llego ahí? ¿Cómo crezco? ¿Cómo lo desarrollo? En 2

Tesalonicenses 1:3, Pablo dijo: «Hermanos, debemos y estamos

obligados a dar siempre gracias a Dios por vosotros, como es digno,

porque vuestra fe crece sobremanera y el amor de cada uno de

vosotros hacia los demás crece y abunda». Damos gracias a Dios

porque su fe está floreciendo y todos ustedes están creciendo en

amor mutuo.

Cuando el don de la fe opera en nuestras vidas, los enfermos

sanarán; Los cojos andarán, los ciegos verán, los demonios serán

expulsados y saldrán.