En parte porque el agitado ritmo de las últimas décadas del siglo xx cuestionó el papel de la tradición y en parte por el enorme terreno que ellos mismos han conquistado, los jóvenes ocupan un lugar preponderante en la sociedad actual. De forma paralela, la producción cultural destinada a ellos -incluida la de literatura- se ha incrementado considerablemente. Resultado de una investigación llevada a cabo en Francia con jóvenes de barrios marginados, este libro explora el papel que la lectura ha tenido, tiene y puede tener en la construcción de sujetos que -en un sillón, una cama o un vagón de metro- encuentran en la palabra escrita la posibilidad de construir el sentido de su vida y participar en el mundo. Desde un enfoque que involucra la antropología y el psicoanálisis, Michèle Petit le da la palabra a la juventud y analiza el sentido de sus experiencias mediante aproximaciones renovadoras, alejadas de las que clasifican a los lectores en buenos o malos o que se limitan a medir y señalar si los jóvenes leen mucho o poco. Más que definir lo que debe ser la lectura, la autora reconoce lo que efectivamente ha sido. De este modo rescata prácticas desechadas por el discurso culto y que resultarán valiosas para cualquier persona interesada en los libros.