En su calidad de pensador y conocedor del propio mundo afectivo, el autor se propone retos nada fáciles, al alcance de unos pocos. La diversidad y la dificultad de las grandes construcciones imaginarias varían indudablemente de cara a la adaptación al mundo exterior, o, mejor dicho, al intento de acoplar la forma a veces indescifrable de este último al contexto cerebral, creador de confort y estabilidad.
Además, si se introduce el tiempo, en sus facetas sincrónicas y diacrónicas en la ecuación, el dilema se vuelve aún más enrevesado. El cronos corta y separa, refugia y pierde el ser humano en sus redes, y este precisamente es el motivo por el cual nuestro poeta debe de acudir al territorio de la memoria, del recuerdo.