En tiempos recientes, los corridos tumbados han emergido como un fenómeno musical sin parangón. Su extraordinario éxito radica en la ingeniosa fusión de tradiciones que van desde los corridos tradicionales al rap y el trap, con íconos como Peso Pluma, Natanael Cano, Fuerza Regida, Luis R. Conriquez y Eslabón Armado, todos arraigados en las ricas y a menudo polémicas narrativas de la narcocultura.
Sin embargo, más allá de su carácter musical, los corridos tumbados son un reflejo del deseo y el anhelo de una generación. Son la voz de millones de jóvenes que buscan, a través de sus melodías y letras, un escape a las aspiraciones frustradas, y que ven en estos ritmos la promesa de un estilo de vida soñado, pero a menudo inalcanzable. Estas canciones hablan un lenguaje coloquial y presentan fusiones musicales que no solo resuenan en los oídos de aquellos familiarizados con el rap o lo regional, sino también en aquellos para quienes la violencia y el universo del narco son paisajes cotidianos.
Este libro revela la potente influencia social de la narcocultura, poniendo de manifiesto cómo el narcomundo se ha convertido en un referente esencial en la construcción de la vida, la muerte y, sobre todo, la identidad. Como el reconocido corridista y musicólogo Juan Carlos Ramírez Pimienta menciona en el prólogo: «en México, el corrido es cosa de jóvenes».