A partir del turismo, se han proyectado ciudades que nacieron prácticamente en lugares deshabitados, como la ciudad de Cancún, que nace después del boom mundial de los destinos de sol y playa (García de Fuentes, Jouault y Romero, 2019), como parte de las políticas de desarrollo regional del Estado mexicano para atraer inversiones en zonas poco desarrolladas del país e impulsar su proceso de colonización, lo que trajo como consecuencia su urbanización, así como el crecimiento de ciudades costeras de litoral, con impactos ambientales que acompañan al proceso (Bunicontro, 2019). Dentro de esos polos de desarrollo regional que se impulsaron en México, está Los Cabos, Baja California Sur, municipio donde se encuentra Cabo San Lucas, ciudad objeto de estudio del presente trabajo, la cual experimento un gran proceso de crecimiento poblacional producto de la inmigración y como consecuencia un gran crecimiento de su mancha urbana. Los Cabos, territorio localizado en la parte más austral de la península de Baja California, prácticamente permaneció despoblado hasta fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Durante mucho tiempo, hasta a inicios del siglo pasado, Cabo San Lucas fue un pequeño pueblo cuyos habitantes se dedicaban a la pesca y a la ganadería de pequeña escala, lugar donde se llegaba sólo por barco, hasta que en los años 20 se construyó una brecha que comunicaba a la comunidad con San José del Cabo (Castorena, 2007). A comienzos del siglo XX, Cabo San Lucas era una pequeña localidad, siendo trastocada por el desarrollo turístico a fines de los años setenta y principios de los ochenta, desplazó a San José del Cabo, cabecera municipal, como centro dinamizador de la economía de la región, transformándose en la segunda localidad en importancia económica después de La Paz, capital del estado de Baja California Sur.