Inmediatamente después del rechazo irlandés al Tratado de Lisboa, la reacción de los líderes europeos fue uniforme pero reservada. Dignatarios como el Ministro de Asuntos Exteriores británico, David Miliband, y el Presidente francés, Nicolas Sarkozy, expresaron su decepción por el resultado, pero hablaron de su respeto por el pueblo irlandés y de la convicción de que sus deseos debían ser aceptados y comprendidos. En privado, sin duda, sus sentimientos fueron menos gratificantes. A través de una cuidadosa disección del contexto histórico, social y político, Shane Griffin intenta explicar los motivos de la chocante e inesperada decisión de Irlanda, que descarriló temporalmente el proyecto europeo en junio de 2008.