Una mañana de septiembre del año 480 a.C., las aguas que separan la isla de Salamina de Grecia fueron escenario de una de las batalla navales más trascendentales de todos los tiempos. Se enfrentaban las dos civilizaciones más poderosas de la época: los persas, liderados por Jerjes, se habían propuesto invadir Grecia. Apenas trescientas embarcaciones estaban en disposición de hacerles frente. Lo que estaba en juego, sin embargo, era el futuro de Atenas, y puede decirse que del desenlace de esa batalla dependió nuestro presente. Si Grecia era derrotada, vería el ocaso de su brillante cultura y cómo caían en el olvido sus instituciones políticas; si obtenía la victoria, en cambio, se abría en su horizonte una época de esplendor político y cultural.
La de Salamina es sin duda la mayor batalla naval de la Antigüedad, y también todo un ejemplo de estrategias y tácticas para la posteridad. Mientras los persas eran navegantes muy mediocres y su armada estaba compuesta por mercenarios y esclavos de muy diversa procedencia, los griegos eran un pueblo que siempre había basado su economía en el mar y sus conocimientos de navegación no tenían punto de comparación posible. Este factor, el "patriotismo" y el conocimiento del terreno, resultaron de la mayor importancia para que la balanza de la victoria se inclinara hacia los griegos y evitar así la destrucción de este pueblo y esta cultura de la que somos herederos. De ahí la importancia que le da Barry Strauss al resultado de esta batalla. El lenguaje accesible, la descripción minuciosa de los trirremes y de las tácticas de combate, así como la reconstrucción de las biografías de algunos de los personajes que intervinieron en la batalla (con especial atención a Artemisia, quizá la primera mujer que capitaneó un barco de combate en la historia) contribuyen a dar colorido y un atractivo a esta obra del que pocos ensayos pueden hacer gala.
Una historia real, emotiva y tremenda que cambió el curso de nuestra historia.