... queda un ingrediente, el más difícil, que no se aprende en ninguna escuela, para el que no existen manuales y que el lector se va a encontrar desbordando cada rincón de las siguientes páginas. Es la empatía por sus semejantes, por las personas corrientes, por los que están fuera del ámbito de los poderosos. Esa mezcla de observar desde afuera, pero comprender desde dentro, de meterse en los personajes, pero observarles en la distancia, es el particular don que hace que los relatos de Luis González Tamarit dejen ese gusto agridulce y cálido. Algunos textos pueden terminar con una inteligente sonrisa cómplice y otros arrancarán una sorda carcajada por el trampantojo de nuestras vidas cotidianas, pero en todo caso su método, genuinamente antropológico, dota de especial densidad a su estilo literario y le otorga una huella inconfundible. Algo que no está al alcance de cualquier contador de experiencias en elegante castellano.
Ignacio Duque