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Frank Zappa (Baltimore, 1940) será recordado como uno de los músicos más feroces y menos gobernables del siglo XX. Compositor incansable, lúcido e intransigente con el tedio, su trayectoria fue una constante explosión creativa. Disparó más de 70 discos cargados de sosa cáustica contra las cabezas de todos los títeres que, a izquierda y derecha, asolaban o aburrían el jardín americano. Pero su gran contribución al paisaje de nuestro tiempo consistió en cebar esos proyectiles con una pólvora estética que aglutinaba las influencias más diversas, desde la atonalidad al doo-wop, pasando por Stravinsky, Stockhausen, Mingus o Bob Marley. Tanto su obstinada desobediencia como la compleja extensión de su obra lo han convertido en una pieza insustituible de la cultura contemporánea y, desde luego, en una anomalía para las liturgias del rock reglamentario. Fue literalmente ex-céntrico y murió en Los Ángeles el cuatro de diciembre de 1993.
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