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Miguel de Cervantes (1547-1616) ejerció las más variadas profesiones antes de dedicarse plenamente a la literatura. Entró en Roma al servicio del cardenal Acquaviva, fue soldado en la batalla de Lepanto (1571), estuvo cinco años cautivo en Argel y ejerció como comisario real de abastos para la Armada Invencible. Tales oficios le reportaron una experiencia humana que supo plasmar magistralmente en todas sus obras. De su producción poética cabe destacar Viaje del Parnaso (1614), un verdadero testamento literario y espiritual. En el campo teatral cultivó la tragedia, la tragicomedia, la comedia y el entremés. Pero sin duda es en el terreno de la narrativa donde Cervantes se impuso a sus contemporáneos y obtuvo logros que le valdrían el título de creador de la novela moderna, con libros como La Galatea (1585), El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605), Novelas ejemplares (1613), El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (segunda parte de su obra cumbre, 1615) y, póstumamente, Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617).
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